domingo, 19 de diciembre de 2010

El paquete

Cuando me dispuse a abrir el paquete, sabía que por su forma de anudarlo, sólo podía ser de él. Mis sospechas se confirmaron cuando vi su contenido. Ahí estaba, canosa, rizada, sin lágrimas: la pestaña. La de él.

A ritmo de mar

Caracolas, piedras esmaltadas y redondeadas emergen con el retiro de cada ola.
Un banco de peces se deja mecer.
Las crestas rizadas rompen contra mi cuerpo con un leve rumor,
invitándome a unirme a esta sintonía marina.
 
 
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